La deshonestidad genera desconfianza, corrupción, criminalidad y desigualdad en las personas. Estos efectos inhiben el emprendimiento y la inversión que requiere una sociedad próspera y sana.
La cultura de la deshonestidad se vuelve un cáncer para la humanidad que se esparce de manera exponencial a todo el mundo. Una persona, capaz de distinguir entre lo honesto y lo deshonesto, ve correcto actuar con deshonestidad siempre y cuando esta sea la que cometa el acto deshonesto. Siempre tiene excusa para actuar con deshonestidad y critica la deshonestidad de los demás. Esta es una manera fácil de evadir la responsabilidad que tiene la persona.

Por ejemplo, una persona podría justificar a sí misma el no pagar impuestos correctamente porque “percibe” o sabe que alguien hará mal uso de ellos. Sin embargo, no es válido justificar nuestra deshonestidad con los actos deshonestos de otros porque se crea un círculo vicioso.
Un gobierno requiere de impuestos de sus ciudadanos para poderles ofrecer servicios comunes e indispensables para el buen desarrollo y funcionamiento de la comunidad. Cuando los ciudadanos no contribuyen con lo que les corresponde aportar, se degeneran estos servicios y se contagia la deshonestidad (el robo) en todos los niveles de la sociedad. Lo ideal sería que cada persona fuera responsable de sus compromisos y que delatara a aquellos que no lo son.
Se podría decir que es difícil tener un cambio hacia la cultura de la honestidad porque el cáncer de la deshonestidad ya permeó a todos los niveles de la sociedad. No se trata de que por arte de magia todos nos volvamos honestos y respetemos un mismo código de ética. Una cultura no se cambia de la noche a la mañana. Debe haber voluntad de todas las personas para hacer y aspirar a un cambio positivo y promoverlo en el hogar y escuela.
¿Tú de qué lado estás?

Vía milenio.com
Leave a Comment