Ante la alarmante situación de sensación de corrupción generalizada (banqueros, políticos, fútbol….) y que engañar o defraudar está socialmente aceptado, estamos obligados a una reflexión sobre cómo nos afecta personalmente a cada uno de nosotros.
Lo primero es pensar si nuestra sociedad acepta el engaño como algo habitual y justificado. Estas son algunas de las frases y justificaciones que podemos encontrarnos en nuestra vida diaria:
* Defraudo porque pago muchos impuestos y encima para que se lo lleven los de «siempre me lo quedo yo«. ¡Todo el mundo lo hace!
* Engaño sobre mi situación personal para obtener un beneficio: digo que no tengo pareja para ganarme la confianza de otra persona y poder tener una relación con ella. ¡La infidelidad esta al orden del día!
* Miento en mi CV porque si no, nunca me elegirán y quiero demostrar lo que valgo. ¡Todo el mundo modifica su perfil profesional o lo maquilla!
* Exagero los beneficios del producto o servicio que vendo porque sé que en el fondo es algo bueno para mí cliente comprarme. ¡Todo el mundo arriesga algo en una venta!
* Miento sobre quién soy para que me acepten mejor y ser parte de un grupo. ¡Mentir está socialmente aceptado!
¡Es para preocuparse!
La mentira se justifica por un “bien mayor” y más moral que la propia mentira. Sin duda una disonancia sobre nuestra existencia y nuestro comportamiento. La deshonestidad aceptada es alarmante, porque va en aumento, y además sirve como ejemplo al resto de la sociedad. Enriquecerse de manera deshonesta es visto como algo habitual, tanto que el estereotipo o creencia de que si alguien tiene dinero es porque ha realizado actos deshonestos se ha generalizado. El binomio deshonestidad-riqueza es una creencia aceptada en nuestra sociedad, y también es alarmante que sea así.
Hace poco acudí a una reunión donde una persona exageró el volumen de la compañía para no dar la imagen de ser pequeños a las otras empresas presentes. Cuando salió alguien que conocía su situación le recrimino que hubiera mentido y esta persona defendió que eso era algo habitual en los negocios. En el mundo de los negocios existe la desconfianza, que supone firma de contratos y cláusulas para intentar asegurarse el no engañó por la otra parte.
Un abogado me dijo que no vivían de la desconfianza en los acuerdos, sino del incumplimiento. Firmamos algo y luego consideramos que es injusto, sobre todo para nosotros, e incumplimos nuestra palabra por un fin moral más justo, o que nosotros creemos que debe ser así. Pequeños actos deshonestos cotidianos generan una cultura donde el engaño es lícito, porque sirve a un fin mayor, y mucho más ético según nuestra consideración.
Existe una página web de contactos que consiste en un club de personas que aceptan moralmente el engaño a sus parejas. Esta socialmente aceptado por sus integrantes, que consideran la infidelidad como algo que puede darse en circunstancias personales que ellas mismas juzgan como justificables.
¿Cómo se combate esto?
Ejerciendo pequeños actos de honestidad ejemplares para contagiar al ser moral que tenemos dentro. El castigo de saltarse las normas puede frenar los actos de deshonestidad más grandes, pero al ejemplo de sentirnos bien con pequeños actos cotidianos que sirvan a otros para reflejarse en ellos tendrán mucho más impacto en toda la sociedad.

¿Eres de lo/as que miente para sobresalir?

Por Cachinche | Vía angellargo.com
Así es nuestro México lindo y jodido, perdónenme por la expresión, amo mi país México pero me lastima ver lo que hemos hecho con el, la deshonestidad la sembramos desde la primaria, nos pasamos los trabajos entre compañeros por flojones, y engañamos al profesor, y el profesor la embarra y nos castiga, ¿por qué nos castiga si quien sale fregados somos nosotros por copiar? o luego tarugos le pedimos al profesor o profesora, que nos de puntos para exentar por adornar el salón, o por x tontería, y festejamos si los ganamos como buenos tranzas que somos, desde ahí estamos mal como país, y más que nada por andar de soslayando la tranza de los policias, mejor le doy una sor Juana al poli en vez de obedecer las ordenes e irme al corralón o pagar la multa o apelar contra el policia.
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